lunes, 4 de enero de 2016

Conexión onírica

Cuando llegó la persona que nos iba a dar el curso de sueños hubo una perturbación en el ambiente, o mejor, una perturbación en la fuerza, como dirían los fanáticos de Star Wars.

No se trataba de una persona llamativa antipática o intensa, era más bien una sensación. Algo cambiaba en el ambiente después de que ella llegaba y ese era sólo el comienzo de una experiencia que dejaría consecuencias duraderas.

Lo primero que hizo fue contarnos lo que no haría. No iba a usar una presentación en Power Point ni un proyector de diapositivas, tampoco iba a darnos fotocopias ni nada escrito. Lo que le interesaba era que tuviéramos una experiencia completa, sensorial y, en lo posible, inolvidable. Después nos pidió que pusiéramos en silencio nuestros teléfonos y que los guardáramos en una caja, que otra persona se llevó.

Así empezó todo, nuestros teléfonos estaban secuestrados y con esa acción comenzamos a sentirnos desnudos.

El primer objeto que puso delante del grupo fue un tarro. Gris y azul con una pieza de goma en la parte de arriba. Nos lo acercó y nos pidió que, uno por uno, metiéramos la mano para sentir, para palpar lo que había adentro. Yo también sentí miedo, digo también porque en los ojos de los demás pude ver desconfianza. Creo que lo logró sensibilizarnos,  en ese momento estábamos menos duros.

Cuando terminamos ese ejercicio nos pidió que cerráramos los ojos y abriéramos las manos. Apenas sintiéramos algo en ellas deberíamos cerrarlas y palpar, otra vez sin mirar. Tuvimos que adivinar lo que teníamos dentro de ellas a ciegas, aunque no nos vendó los ojos.

Luego sacó unas latas y las puso en una mesa. Nos pusimos de pie para ir a ellas. Destapaba las latas una por una y nos pedía que oliéramos el interior. Eran hierbas aromáticas secas. Nos explicó para qué servían mientras las olíamos. Entre olida y olida nos hacía oler café para “reiniciar” el sentido del gusto, para limpiarlo. Al final nos pidió que tomáramos una hoja de la hierba que más nos hubiera gustado, que le diéramos las gracias por ayudarnos en nuestra conexión con los sueños y que la desmenuzáramos con las manos. Nos olimos las manos después de hacerlo. Me impresionó la intensidad del olor de la artemisa en mi piel.

Lo siguiente fue el sentido del gusto. En tres tappers tenía uvas verdes sueltas, cubos de piña y fresas. Nos ofreció palillos para que pudiéramos probar la fruta, una a una, despacio. Entre bocado y bocado limpiamos nuestras papilas con agua para que el sabor penetrara más, con más intensidad. Las frutas de todos los días sabían más, el dulce era más fuerte, más claro, hasta se podía decir que tenía luz. Si alguien me hubiera dicho que había un poco de droga en ellas lo habría creído.

Luego vino la música. Otra vez tuvimos que cerrar los ojos. Puso música que nunca había oído. Una era lúgubre, pero también aborigen, otra era de cuento de hadas, otra espacial, hubo también otra que no sabría describir, sé que cantaban varias personas y en otra el miedo estaba presente de forma clara. Después de esto comenzó la parte activa.

Nos mostró un símbolo y tuvimos que darle dimensiones. Era plano pero debíamos convertirlo en un objeto tridimensional usando piezas de lego. La idea era que mentalmente pudiéramos trasladarnos a la maqueta, meternos en las habitaciones, cruzar puertas o imaginar cómo se veía desde distintos ángulos. Esta parte la hicimos entre todos. Me parece que de fondo sonaba música clásica.

Cuando terminamos de construir la estructura la pusimos en la mitad del salón. Alrededor acomodamos colchonetas, no sólo para nosotros sino para ella también. No fue como en otros talleres en los que he estado en los que el facilitador está allá, lejos, como en una tarima elevada, sino que ella nos acompañó. Nos explicó que para que todos pudiéramos aprovechar su experiencia con el mundo de los sueños ella también haría el ejercicio, así intentaría que todo fuera más profundo.

En esta parte nos dio unas indicaciones para mover los músculos de los ojos al tiempo que teníamos acomodadas las manos en una posición específica. Luego nos entregó una piedra pequeña, violeta y traslúcida, que estaba dentro de un papel. Nos explicó que las limpió antes, que no las volvió a tocar para que llegaran a nosotros intactas, para que se conectaran con el sexto chakra de cada uno de nosotros.  Les quitamos el papel a las piedras y nos acomodamos boca arriba en las colchonetas.

Había almohadas y mantas livianas también. Pusimos la amatista en el tercer ojo, no imaginamos nada, simplemente sentimos la piedra. Yo la sentí muy fría, muy eléctrica, fue raro, como si algo me tocara desde afuera. Fue raro pero no doloroso. Antes de que termináramos de acomodarnos en las colchonetas dio a oler una esencia de violeta. A mí no me gustó mucho pero supongo que ayudó para lo que hicimos después.

Mientras seguíamos sus instrucciones ella puso una música diferente. Sí, ahora lo recuerdo con más claridad, había música clásica antes de eso. Nos explicó que pondría un “paisaje sonoro” para que relajarnos fuera más fácil, para que no sintiéramos tensión ni necesidad de concentrarnos en algo específico mientras nos dormíamos o lo intentábamos, todo lo que debíamos hacer era pensar por última vez en la estructura que teníamos cerca de la cabeza y después escuchar la música, prestarle atención a los sonidos que más nos gustaran, nada más.

45 minutos después la música cambió. Ella nos recordó permanecer inmóviles. Habló muy despacio para interferir lo menos posible con los recuerdos que tuviéramos, estábamos tratando de cuidar las alucinaciones que se dan alrededor del sueño. Cinco minutos después nos pidió que habláramos de lo que recordábamos, estando así, acostados.

Nos pidió que nos levantáramos despacio y que nos sentáramos como quisiéramos sobre las colchonetas. Nos habló un poco del nocturnario o del diario de sueños, de los tipos de sueños y del potencial que tiene el sueño lúcido. Una técnica avanzada que sirve para resolver problemas, estimular la creatividad, hacer sanaciones y terapias.

No sé si todo lo que nos dijo fue cierto. Muchas cosas sonaban a película, eran muy difíciles de creer. Lo que sí puedo decir es que la noche de ese día, después del taller, recordé un sueño de un modo tan vivido que creo que lo que hace tiene algún efecto, así sólo sea pura sugestión. No sé bien cómo lo hace o dónde está el truco pero para mí, que juraba que nunca sueño, y mucho menos con claridad, algo cambió.

No he vuelto a hablar con los demás pero sé que ellos también sintieron algo, fue evidente por la forma en que miraban todo alrededor y por el silencio. Ya tendré tiempo para preguntarles cómo les fue a ellos después de este seminario.