lunes, 28 de diciembre de 2015

Aprender en sueños (o de encuentros con maestros espirituales)

Dicen que no podemos soñar con nada que no hayamos visto antes y algunos de mis sueños podrían confirmarlo.

En la época en la que estaba en la universidad soñaba, a veces, que iba a tomar clases, pero no se trataba de los busy dreams de los que hablan los gringos, de aquellos en los que continúas en sueños lo que estuviste haciendo de día. No, éstos sueños eran distintos.

En ocasiones veía que iba a lugares con aspecto similar al interior de iglesias o templos religiosos, con techos altos, arcos y vitrales inmensos que dejaban pasar una luz blanquecina o dorada. Allí me reunía con personas que no conocía pero a pesar de ello podía reconocer a una en especial. Era un chico de pelo rubio y ojos claros que luego vería con más atención en mi vida despierta. No se trataba del típico enamoramiento adolescente sino de algo más.

Algunos de los escenarios que visito en mis clases oníricas se parecen a esta iglesia gótica pintada por Peeter Neefs, el Viejo.
Un día en la sala de internet le presté más atención que de costumbre. K., de aspecto teutón pero de estatura baja también se fijó en mí. En su mirada también había curiosidad, era como si de algún modo nos reconociéramos. No recuerdo los detalles de cómo supimos el nombre del otro ni de cómo me enteré de la carrera que estudiaba, pero recuerdo sí otros hechos, tal vez irrelevantes. O tal vez no.

Después de conocer a K. tuve la sensación fuerte de que habíamos conversado y pasado tiempo juntos en otro lugar, en otra dimensión. Lo que podría llamarse una amistad se desenvolvió de un modo algo accidentado. Cuando la universidad dejó de ser el lugar que nos convocaba seguí encontrándolo cada tanto y de formas algo inexplicables en distintos sitios de la ciudad. La última vez que lo vi incluso fue cerca de mi casa. Aunque nunca fuimos amigos inseparables cuando recuerdo a K. las imágenes tienen un sabor especial, un cariz de trascendencia. Sigo sintiendo que algo hacíamos mientras dormíamos así no tuviéramos consciencia de ello. No sé si es mi necesidad de justificar el fenómeno o qué pero recuerdo que a él, como a mí le interesaban temas como el yoga, el reiki y similares.

Luego otras situaciones vendrían a recordarme todo este asunto.

La parte que sigue la extraje de un intercambio de correos con una de las personas con las que emprendí un experimento onírico para intentar asistir al retiro de Lanto, un maestro ascendido del que se habla en la Hermandad Blanca.

Querida B.:

El modo en que llegué a este experimento fue fortuito, por decirlo de algún modo. Anduve leyendo mensajes en varios grupos de fb dedicados a los sueños lúcidos y entre tanta paja algo encontré. Se hablaba de las claves tonales, músicas que podían ser usadas para contactar con maestros espirituales.

Con el recuerdo fresco de un sueño lúcido, que había logrado inducir después de escuchar la interpretación de Mischa Maisky de la suite para cello N° 1 para cuerda de sol de Bach, decidí averiguar si había algún maestro ascendido relacionado con esa pieza y así fue. Por esa vía de preguntas y curiosidades llegué a la universidad del espíritu, una secta que propone la posibilidad de ir a tomar clases en sueños a distintos lugares del mundo con maestros ascendidos, siguiendo un calendario que cambia cada dos semanas.

Antes de proponerles a los soñadores con los que vengo trabajando esta posibilidad, la de provocar sueños con esta temática, intenté contactar yo misma con otro maestro usando la clave tonal correspondiente. Los resultados me parecieron satisfactorios. Después de haberme concentrado en El Morya antes de dormir y en su santuario en la India, leyendo una invocación y escuchando su clave tonal, soñé que estaba en ese país, aunque no tomando clases. El resultado, como lo vi era suficiente para compartir la experiencia.

(Seguí explorando, leyendo y, como ya varias personas me habían contactado sin haberlo pedido, para comentarme inquietudes y experiencias que tenían en torno a sus sueños, me animé a organizar un experimento nuevo en el que usando una invocación, una imagen y una clave tonal intentaríamos asistir a las clases del maestro Lanto.)

Tomar clases en sueños es mucho más común de lo que se cree, pero como tú misma apuntas no siempre se puede sacar tanto provecho de ello como se quisiera. De ahí que sea tan importante la disciplina para registrar los sueños que se recuerdan noche a noche. Sólo así es posible usar las enseñanzas que se nos dan desde otras dimensiones, no para ponerlas en un pedestal intocable sino para permitir que influyan en nuestra vida y nos transformen. Yo misma, este año, estoy segura de haber asistido a clases en las que la temática era la alquimia. Luego de esas experiencias comencé a organizar los experimentos que ya conoces y, con certeza, sé que necesito leer un libro que me fue recomendado mientras visitaba esos lugares.

En tu sueño además hablas de un maestro o maestra, algo que también es familiar para mí. Este año, después de que volví a tener sueños lúcidos, he podido reconocer la presencia de una figura que aparece en ellos para darme lecciones, presencia que tiene ese mismo aire severo pero intenso que mencionas, para mí es sólo otra prueba de que la sabiduría siempre está allí, así no nos decidamos de una vez por todas a sumergirnos en ella. Yo te diría que no dudes, no de lo que te dice, porque es prudente analizarlo y sopesarlo con el sentido común activo, sino de su existencia. Ese maestro, esa ayuda de otro lado está, la mires o no, la escuches o no.

Ahora voy a lo del zumbido. Tienes suerte de que también haya experimentado eso hace poco. Antes lo conocía pero sólo de libro, de teoría. Las personas que han logrado salir de su cuerpo en muchas ocasiones reconocen haber escuchado antes un zumbido, una especie de ruido blanco que antecede a la experiencia y en mi caso fue similar. La salida no fue completa pero sí lo suficientemente clara como para reconocer el ruido y luego la entrada a una dimensión paralela. No me sorprende que en tu caso todo esto haya pasado en la misma noche: asistir a clases, el encuentro con tu maestro o maestra y la casi salida del cuerpo. En lo que llevo experimentado sueños lúcidos y desdoblamiento están muy cerca, pero más importante que trazar líneas y reconocer fronteras es saber manejar todo con calma y aprovechar la sabiduría que desde esos planos se ofrece. Tú, como yo, reconoces un vínculo con las enseñanzas budistas, mismas que advierten de cómo lo que vives en sueños lúcidos afecta tu mente, de ahí la importancia de elegir con inteligencia a dónde quieres ir antes de llegar a ellos.

En otro mensaje me hablabas de la poca conexión que sientes con la Hermandad Blanca, frente a esto tengo que decir que lo respeto completamente, más teniendo en cuenta que no me declaro fanática ni seguidora de este movimiento. Sus conocimientos y creencias sólo son un camino, una ruta por la que llegué a información que me pareció fascinante y que me ha servido para dar algunos pasos hacia adelante.

Y la oscuridad.

¿Sabes?, para mí esa oscuridad arquetípica de la que se habla en libros y películas que da fin a un sueño era sólo un testimonio, palabras de terceros, eso hasta hace poco. Sí, puede que parezca que todo me pasa o peor todavía, que todo me lo invento, pero también la conozco. Desde que decidí apuntar todos los sueños que recuerdo todas las noches he visto avances reales y sorprendentes.
Hace poco, en lo que catalogo como sueño pre-lúcido, logré disolver una pesadilla, sin miedo, y al final ocurrió: se hizo la oscuridad mas no el miedo. Lo que siento es que cuando vas al encuentro con lo desconocido de forma consciente e, incluso, deseada, el miedo no tiene lugar. Vas con la intención de aprender, de entregarte y eso pesa. Por algo decidiste retomar estos temas en este momento de tu vida y por algo tuviste el sueño que me cuentas en esa época.

Últimamente he notado que por estar apuntando mis sueños olvido escribir los sucesos importantes de mis días y eso es un error. Si escribes las dos cosas, los eventos importantes que te pasan de día y los que te pasan de noche logras encontrar las relaciones que hay entre los dos. Esto lo sabía desde hace años pero lo he pasado por alto descuidadamente. ¿Qué estaría pasando en tu vida por esos días?, ¿qué provocaría ese sueño?, ¿por qué se disolvió el miedo? Reconozco que las herramientas digitales no son mis favoritas pero les concedo que a veces nos sirven para darnos una mano cuando necesitamos recordar lo que vivimos algún día o alguna semana específica. ¿Qué correos electrónicos enviarías por esa fecha?, ¿a quién?, ¿hablando de qué? Si puedes recuperar recuerdos de lo que hiciste ese día quizás te ayuden a entender porque te pasó eso y en ese momento.

Y aquí termina mi conversación con B.

Aprender de maestros en sueños es posible, ya sea que recordemos o no las lecciones que nos dan, pero obviamente se avanza y se disfruta más cuando la enseñanza se conoce de un modo consciente, cuando se tiene la actitud abierta y dispuesta para tomar lo que tienen para dar.

Ir a las aulas espirituales es sencillo, relativamente, todo lo que hace falta es querer aprender, en serio, profundamente, de lo contrario no se logrará nada.

Las instrucciones que seguimos los soñadores de mi grupo y yo fueron sencillas. Imprimir una imagen del maestro con el que queríamos contactar, de aproximadamente el tamaño de una carta de póker, para, luego, ponerla debajo de la almohada. Durante las 14 noches consecutivas, indicadas en el calendario de la universidad del espíritu, leímos la invocación sugerida y escuchamos, antes de dormir la clave tonal correspondiente. Las conexiones que establecimos en sueños y las coincidencias entre estos me hacen pensar que cualquier persona empeñada en tener resultados verá cambios en sus sueños y, por consecuencia, en su vida.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El inconsciente y el océano

En varios libros y artículos que se ocupan del significado y la interpretación de sueños se suele decir que el mar, o el océano en general, hace las veces de la mente inconsciente, que la representa, pero esta es sólo una afirmación vacía si no se ha experimentado esta similitud.

Hace un par de meses armé un grupo virtual con algunos suscriptores de otro de mis blogs para hacer un experimento. El objetivo era  provocar sueños lúcidos, objetivo que dos logramos, sin embargo en paralelo experimentamos otras sensaciones, por ejemplo la del sueño sin sueño o, para ser más clara, la del descanso sin sueño. Me explico.

La fase en la que tu mente crea imágenes, historias, escenarios corresponde al sueño paradójico y a menos que te hayas entrenado para dormirte de un modo completamente consciente siempre llegará, de forma automática y sin aviso. Según sé algunas escuelas o ramas del budismo le dan mucha importancia al sueño, por eso algunos maestros del yoga del sueño son budistas. Ellos enseñan técnicas que si se practican con disciplina te permiten dormir sin soñar pero logrando descansar de un modo único. El objetivo planteado por esta visión espiritual es que aprender a dormir sin soñar te prepara para morir de un modo consciente, para avanzar en tu camino personal, pero en este momento no voy a hablar de ese objetivo sino de cómo descubrí una de estas técnicas.

Una tarde quería descansar pero sin dormir por lo que decidí tenderme un rato en mi cama e intentar concentrarme en la respiración. Al rato noté que me estaba relajando tanto que pronto me dormiría irremediablemente, algo inconveniente para el momento, por lo que decidí abrir los ojos, despejarme un poco e intentar otra cosa. De nuevo tendida cambié el foco de atención, me dediqué a contar, a contar simplemente pero dejando a su aire a la respiración, no la retenía, no marcaba su ritmo con los números. Poco después de estar haciendo este ejercicio noté que mi cuerpo estaba completamente relajado pero que mi mente seguía despierta, fresca, alerta. Si quería moverme tenía que hacer un esfuerzo pero sabía que lo lograría sin dificultad. En ese punto quise ponérmela más difícil, así que me dije “intenta llegar hasta 200, 300 sin dormirte, mira qué tan lejos puedes llegar” y lo hice. Creo que llegué hasta 330 y algo, no lo sé bien porque fue hace varios años pero luego, cuando retomé mis actividades estaba perfecta, descansada. La sensación era muy diferente de la que me queda a veces luego de tomar siestas gordas, esas que me hacen pensar en qué es peor, si seguir somnolienta toda la tarde o dormir un par de horas para luego seguir así el resto del día. En ocasiones cuando quiero descansar pero no dormir repito el procedimiento.

Me acuesto, cierro los ojos y cuento, cuento hasta un número definido y luego me levanto a seguir con mi día. Esta técnica fue la que también me explicó por medio de la práctica la similitud que hay entre la parte subconsciente de la mente y el océano.

En una de las noches del experimento para inducir sueños lúcidos la instrucción era despertar cuatro horas y media después de haber comenzado a dormir, hacer alguna actividad que demandara esfuerzo intelectual y luego volver a dormir usando la técnica de relajación de elección. Conociendo la de conteo y haciendo una pequeña modificación creí que sería suficiente para explorar su relación con los sueños lúcidos.

A diferencia de otras ocasiones en las que despierto espontáneamente en medio de mi descanso, esa vez estaba muy somnolienta, supongo que fue porque el despertador sonó en medio de un ciclo. Me esforcé para permanecer despierta y cuando fue la hora de volver a dormir sentí alivio. Entonces comencé a contar. Mi meta era 100. La alcancé pronto y empecé otra vez, de nuevo la meta era 100. Así seguí durante un rato que me es difícil saber cuán largo fue, sólo sé que en la medida en que avanzaba experimenté algo muy curioso. En un punto mi cuerpo estaba tan dormido que parecía el de otra persona. Era como estar dentro de alguien que se durmió mientras tu mente está lista para reflexionar, hacer operaciones matemáticas sencillas y pensar de modos innovadores. Sentí fascinación al comprobar cómo mi cuerpo yacía allí, inmóvil, respirando acompasadamente mientras lo de adentro estaba tan vivo y tan despierto. Al rato pensé en que si quería intentar tener un sueño lúcido tenía que dejarme soñar y si seguía contando no lo lograría, pues como ya dije no domino esta técnica. Cuando he logrado inducir sueños lúcidos ha sido despertando espontáneamente en la mañana y volviendo a dormir dos o tres horas más.

Dejé de contar. Intenté pasar mi atención del conteo a la respiración sabiendo que así me dormiría. Al comienzo mi mente estaba en automático, seguía contando aunque intentaba no hacerlo, primero llegué hasta 78, luego hasta 38 y luego hasta 18. Creo que tenía esa manía de interrumpirme en cifras terminadas en 8. Lo que sentí luego fue curioso, suave, tranquilo.

En mi vida he buceado, por lo que las palabras que siguen tienen como referencia películas y relatos ajenos. Sentí como si dejara que un ancla me arrastrara hacia la profundidad del océano, como si fuera un buzo de estilo libre o apnea dejándose llevar a lo largo de la línea de vida para sumergirse más y más. Perdí la claridad, la consciencia en la mente, me dejé llevar al punto hondo que ya había alcanzado el cuerpo y me dormí del todo.


Esta mañana de nuevo tuve que interrumpir mi descanso para asistir a una reunión que antes de que saliera de casa se reprogramó, lo que me dio la oportunidad de intentar ensoñar. No lo logré, pero las circunstancias poco favorables que me rodearon –alguna reforma locativa cercana que provocó el ladrido incesante de un perro faldero sólo me permitieron dormitar. En estas condiciones sólo pude permanecer en la superficie de ese océano onírico que cada noche me fascina más. Descansé sí, no por completo, pero pude ser testigo de ese estado, de esa fase en la que nunca dejas de estar alerta porque la ausencia de silencio te hace sentir que en cualquier momento será necesaria tu reacción.