Hipnagógicas e hipnopómpicas son nombres raros que reciben las alucinaciones que los seres humanos experimentan a diario.
Los sueños, básicamente son eso, alucinaciones, ver cosas, hechos que no están ahí, por lo tanto no se puede afirmar con rotundidad que todas las personas que alucinan están locas. Pero a los sueños, a las alucinaciones oníricas no se entra sin más y sin pausa, antes ocurren otros fenómenos.
Prestar mucha atención, pacientemente, al proceso que siguen mi mente y mi cuerpo cuando me estoy quedando dormida me ha enseñado cómo todo es un juego gradual. Primero siento sacudidas en mis manos, en mis pies y en mis piernas, sobre todo cuando estoy muy cansada, algo que ahora sé que se llama mioclonía del adormecimiento. Luego vienen ellas, las alucinaciones hipnagógicas. Suelen ser imágenes sencillas, cotidianas incluso, sin mucha historia pero que si me concentro puedo reconocer. Dicen que si eres capaz de mantener la atención en ellas, dejando que tu cuerpo se duerma pero manteniendo tu mente despierta podrás tener un sueño lúcido a partir de ese punto, porque te será fácil reconocer que estás soñando.
Las alucinaciones hipnopómpicas son lo opuesto. Durante ellas, si no has entrenado tu memoria para recordar tus sueños, puedes perder todos sus rastros, en especial si te mueves mucho al despertarte. Estas, por el contrario vienen de sueños ya formados, sueños con una narración propia que se deshace, que se diluye para dar paso a la vida despierta. Van de lo complejo a lo simple.
Gracias a estas observaciones es que puedo afirmar con certeza que dormir no equivale a accionar un interruptor, no es como decir presiono este botón y ahora estoy dormido, vuelvo a apretarlo y ahora estoy despierto. No. Dormir y despertar son procesos progresivos.