martes, 7 de junio de 2016

Soñar en grupo: Reflexiones acerca de experimentos oníricos

Una de las posibilidades más espectaculares del aprendizaje onírico, además del sueño lúcido, es la de tener sueños compartidos. Atraída por esta idea, que veía como una curiosidad más que como un hecho probable, organicé el primero de los experimentos oníricos grupales que he llevado a cabo hasta la fecha. Lo que sigue es un poco de lo que he aprendido durante los últimos meses.

Lo primero que hice para comenzar un experimento onírico fue una convocatoria, algo relativamente fácil teniendo en cuenta que desde hace un par de años vengo construyendo una lista de correos electrónicos a la que le mando noticias, artículos y novedades de lo que voy encontrando en mi camino dentro del mundo onírico, sin embargo para mi primer experimento no me quedé ahí. Cada tanto reviso los artículos que encuentro acerca de sueños lúcidos, significado de los sueños y mundo onírico en general para ver si descubro algo nuevo. La mayoría de las veces sólo veo repeticiones.

Muchos se limitan a definir lo que ya sé, a parafrasear las teorías de Freud y Jung, pero muy pocos hablan de primera mano, por un lado porque no se sienten cómodos relatando sus experiencias en espacios abiertos y segundo (razón predominante) porque aman, adoran hablar sin tener ni idea de lo que dicen. Son muchísimos los autodenominados onironautas que se sienten con la autoridad suficiente para dar consejos y pontificar acerca de algo que, con suerte, habrán vivido dos o tres veces en sus vidas, pero como esos ya tienen demasiado espacio en las redes sociales, voy a dejarlos de lado en este párrafo.

Después de enviar un correo a los contactos de mi lista, recorrí la sección de comentarios de aquellas páginas en las que se mencionaban experiencias avanzadas en torno a los sueños. Algunas personas, con la esperanza de contactar a soñadores experimentados y disciplinados, dejaban sus correos para que alguien les escribiera. Yo tomé la iniciativa. Un par de ellos contestó y alguno mencionó que lo había hecho justo cuando retomaba su conexión con el mundo onírico, un comentario que cada tanto oigo o leo. Y así, con la sincronía –o la sincronicidad− en acción pasé a la parte meramente logística.

Llevar nocturnarios, pero sobre todo, diarios personales durante años me ha enseñado que la privacidad es muy importante. Aunque muchos políticos quieran hacernos creer que para vivir en un mundo más seguro es necesario que renunciemos a nuestra privacidad, porque así pueden agarrar a los terroristas más fácilmente, yo pienso de un modo muy distinto. No sólo porque tengo fresco el recuerdo del documental Citizenfour, sino porque sé que mis sueños hablan de conflictos, fantasías y deseos que no me interesa compartir con todo el mundo. Sí, lo sé, si lo publico en internet o si se lo envío a alguien por correo ellos, los ojos censores que todo lo ven, tienen acceso a él, a mi sueño, a mi intimidad, pero no por eso me siento cómoda mostrándole mis viajes nocturnos a cuanto desconocido pasa por mi página, y parece que no soy la única que piensa y siente así.

Hace unos meses se abrió una encuesta en uno de los grupos en los que estoy en facebook, la pregunta era ¿quieren que este grupo sea público? El no ganó. Entre las razones que leí para tomar esta decisión estaba que los soñadores se sentían más cómodos compartiendo sus experiencias sólo con otros que habían vivido cosas similares. Por lo visto a la mayoría le pareció muy poco atractiva la idea de ser llamado raro, freaky o drogadicto por gente que ni siquiera sabe de qué se habla cuando se menciona el término sueño lúcido.

En la página slucidos.com, por el contrario, los avances de los experimentos son públicos. Cualquiera que entre a los foros puede saber quiénes están participando y qué están soñando. Es cierto que los usuarios pueden elegir apodos y que las fotos son compartidas sólo entre los participantes de los experimentos, sin embargo la parte más íntima, más sensible queda expuesta. Cada quien es libre de contar o no sus sueños, lo que da un margen de protección, un margen que puede ser aceptable para ellos, pero no para mí.

No quiero que se me malinterprete. He entrado a esas secciones, he comentado y me sostengo en lo que allí he dicho: los ejercicios grupales y públicos son muy importantes, muy valiosos para animar a las personas a reconectar con una realidad que, lo acepten o no, viven noche a noche. Como con cualquier opción de crecimiento personal, espiritual o como quieran llamarle es eso, una opción, no la única ni la mejor. Sabiendo esto decidí crear una alternativa.

Todo lo hice de un modo intuitivo. Abrí una página en mi blog El sueño significado, a la que sólo tendrían acceso, a través de una contraseña, quienes hubiesen enviado la información necesaria para participar en el experimento. Claro que este sistema tiene fallas, pero la mayoría de la gente prefiere perder su tiempo de otras formas, por eso no anda robando información para saber qué sueñan los demás. Una vez creado el formato comencé a dar instrucciones y a soñar. Más adelante me encontraría con otra ventaja que no sospechaba.

Cuando se usa un foro para conducir un experimento onírico, por las características de este tipo de sitios, los mensajes se suceden uno detrás de otro. A menos que se haya organizado todo para que un miembro del grupo pueda responderle al otro justo debajo de la contribución inicial, su respuesta quedará muy abajo, dando la impresión de desconexión. Incluso si la herramienta existe pero las personas no saben utilizarla pasará lo mismo. Esto es lo que he visto en slucidos.com En mi blog, la comunicación entre participantes ha fluido de un modo distinto. En general todos, incluso una mujer que dice no tiene muchos conocimientos técnicos, han aprendido a usar con bastante rapidez la función de “responder a” con lo que se dan conversaciones virtuales, parecidas a las que nos muestra hoy en día facebook, con la opción de responder a cada comentario. Esta función le da a nuestras intervenciones un orden y una claridad que nos acerca entre sí, algo que como describiré luego es muy importante.

En sociología se habla de cómo las personas que conforman un grupo desde el principio siempre tendrán un grado de confianza y compenetración mayor que el que se tiene con alguien que llega uno, dos, tres o más años después de conformado. Para el nuevo, así lleve varios meses, será inevitable sentirse excluido cuando los demás comiencen a hablar de experiencias que tuvieron antes de que él apareciera. Al verlos reír por eso tan gracioso que les pasó y que los unió más, el “recién llegado” se sentirá raro porque eso de lo que se habla será una historia vacía, una referencia a algo vivido por terceros en una realidad que no le pertenece. Esto es justamente lo que pasa en los grupos oníricos consolidados.

Cuando llega alguien nuevo, por más que los miembros antiguos le den una bienvenida cálida y quieran hacerlo sentir cómodo, siempre surgirán comentarios y referencias a momentos vividos en el pasado. Esto lo he visto en slucidos.com y ya comenzó a pasar en mi blog. No lo voy a negar. En los últimos dos experimentos (he organizado tres), cuatro onironautas somos los mismos, por eso sin darnos cuenta tendemos a relacionar lo que nos pasa en los sueños del momento con lo que hemos soñado antes. Si alguien no ha participado en ellos no podrá saber de qué hablamos, en parte porque no tiene las contraseñas necesarias para acceder a las páginas correspondientes, y también porque, así las tuviera, es muy probable que no le interesara leer el registro detallado de todo lo que ha pasado antes de su llegada.

La experiencia que he acumulado del modo que acabo de describir me permite hacer las siguientes observaciones acerca de cómo es el aprendizaje grupal en el mundo onírico.

Se avanza más cuando los grupos son pequeños. La idea de armar grupos grandes, nutridos y vibrantes está bien para fiestas y paseos, pero cuando se trata de acercarse a una materia tan sutil y delicada, como son los sueños, lo mejor es que los integrantes no sean más de 8. Grupos más numerosos hacen que entren en juego demasiados factores, demasiados detalles que es difícil retener. Recordar sueños vívidos y con detalles es complicado para muchos, por eso me parece innecesario agregar más distractores. Entre más personas participen en un experimento onírico más atención habrá que prestarles a los personajes que aparecen en las historias nocturnas. Esto si bien es un reto saludable y atrayente, no creo que sea un objetivo adecuado para las etapas tempranas de aprendizaje. Al comienzo lo que uno busca es un grupo de apoyo en el que se pueda confiar y al que se pueda acudir en caso de confusión o peligro, que los hay, y esa confianza se construye con más facilidad cuando se puede identificar a los demás con o casi con los dedos de la mano.

Si vienes buscando el significado mágico de tus sueños, olvida el camino que te trajo hasta aquí. A pesar del tamiz inicial que hice para organizar el primer experimento onírico en mi página, algún aficionado a la interpretación de sueños llegó. Ya alguien me dirá que lo menos que puedo esperar es eso, si mi blog se llama El sueño significado, pero a ese alguien le diré “sí, pero no”. Cuando convoco un experimento onírico explico someramente el procedimiento a todos los curiosos y les doy los requisitos a cumplir (usar el nombre real, enviar una foto ídem, etc.). A la segunda fase suelen llegar sólo los que están realmente interesados, aunque también he visto a alguno que se apunta, manda todo y luego desaparece. Sin embargo, a pesar de las aclaraciones repetidas, a veces se cuela alguna persona que viene a preguntar por qué soñó esto o aquello, de pasada nos despacha una confesión no solicitada de lo que le preocupa en su vida despierta, hecho que sólo confirma que ya sabe por dónde van los tiros pero no se anima a correr del todo la cortina. Estos personajes suelen aburrirse pronto, porque se dan cuenta de que ya no estamos interesados en el tema. Frustrados se van a seguir buscando la respuesta al enigma en otro lugar. Nuestro objetivo es encontrar pruebas acerca de la comunicación que existe entre soñadores, no hacer conjeturas acerca de lo que la mente inconsciente quiere decirles a los otros, eso lo vemos como una tarea personal e individual en la que preferimos no meternos, menos si nadie lo ha pedido.

Si al despertar no te acuerdas ni de de cómo te llamas la vas a pasar mal. Se apuntan, 10, 15 participantes y al final 6, con suerte 8, envían sus sueños. Luego varios se limitan a ver desde la barrera cómo los más experimentados relatan sus experiencias oníricas, como envidiando al marinero veterano que acaba de llegar de una travesía por el Mar del Norte. No son pocos los soñadores que se unen a experimentos sin haber recordado y registrado sus sueños durante una semana seguida. Luego se quejan porque no lograron los objetivos o porque cuando recordaron sus sueños no tenían nada que ver con la temática propuesta. Esperan milagros y de eso nada. La memoria onírica, como casi todo, aumenta con la práctica, con el levantarse en la mañana o en medio de la noche a escribir lo mucho o poco que se recuerda de eso que estaba pasando en una dimensión distinta de esta. Entre más se recuerda y más se apunta más probable es reconocer a otros soñadores, despertar en un sueño y, por añadidura, cumplir con los objetivos individuales o grupales propuestos para un experimento. Yo apenas llevo un año recordando mis sueños y registrándolos a diario. Apenas un año porque sé de varias personas que llevan años dedicados a esta tarea. Los onironautas con más destreza no son necesariamente aquellos que desde niños tuvieron la capacidad de ensoñar sino quienes decidieron desarrollar con constancia ese talento en sus vidas. Otros lo tuvieron una vez y lo perdieron durante años, al cabo de los cuales tuvieron que retomar los ejercicios, el entrenamiento para estar “en forma onírica”. La calea zacatechichi y la galantamina (suplementos químicos para ensoñar) son atajos que no te sirven para nada si no sabes a dónde quieres ir.

OVNI es una sigla que significa Objeto Volador No Identificado, no una palabra corta para mencionar naves espaciales tripuladas por marcianos. Parece obvio pero no lo es. Muchas veces oigo, y me desespero, cuando un creyente en marcianos usa la palabra ovni de ese modo. Ni los ovnis son pruebas de la existencia de vida extraterrestre ni todos los sueños son experiencias religiosas y trascendentales. Quizás una de las peores cosas que me puede pasar en un experimento, además de terminar en un sitio oscuro en el que me persiguen saboteadores que me aterran y de los que no puedo huir, así sea un sueño lúcido, es toparme con uno de esos sujetos que siempre se despide diciendo “namasté” y que quiere abrazar a todos sus hermanos cósmicos. Esto, aunque no me ha pasado todavía es una posibilidad real, una que eludo tanto como puedo. El mundo de los sueños ya es bastante confuso como para agregarle expectativas mágicas y fantasiosas. La gente que quiere tener sueños lúcidos para descubrir el sentido de sus vidas, hacer desaparecer sus problemas con un chasquido de dedos o saber por qué su expareja ya no le quiere puede contaminar los resultados. Se aprende más y se avanza igual cuando los soñadores que se juntan para experimentar tienen un mínimo de criterio y  de objetividad, o mejor, de sentido común. He visto cómo un participante se hace una pregunta, sin que los demás lo sepan, y luego recibe la respuesta a través de un sueño de otro miembro del grupo. Las afirmaciones o enseñanzas que dejan tras de sí los sueños suelen ser expresadas con contundencia y brevedad. Su naturaleza deja ver que vienen de un lugar más sabio, no mediado por la razón. Así mismo creer que todo lo que se oye, ve siente o experimenta es sabio e incuestionable es peligroso, por eso nunca sobra comparar notas y conclusiones, algo que es más sencillo hacer cuando la mente está tranquila y los deseos no están desatados.

No te lo guardes porque ahí puede estar la respuesta que andamos buscando. Una de las ventajas de experimentar con otros soñadores que tienen un nivel de control onírico similar, y de hacerlo en un espacio resguardado, es que podemos publicar tantos recuerdos oníricos como queramos. Estén relacionados o no con los objetivos que nos planteamos al comienzo del experimento, los vemos como material útil para responder preguntas y sacar conclusiones cuando llegamos a la etapa de análisis. En nuestras páginas apuntamos todo lo que queremos, así no sean historias completas o escenas hiladas, lo que aumenta la probabilidad de encontrar coincidencias entre los sueños de los participantes. El concentrarse únicamente en los sueños literales, en los que hablan de modo directo del objetivo está bien si se quiere ser súper-hiper-mega-riguroso, pero al comienzo, cuando uno intenta tener un sueño lúcido y ver si hay conexión con los demás soñadores puede convertirse en un obstáculo que sólo dificulta y ralentiza el aprendizaje. Luego será el momento de adivinar el número de la lotería o de comprobar si es cierto eso que dicen de que hay guardias etéreos vigilando la entrada a la Biblioteca del Vaticano en el plano astral.

La respuesta es 35’327.347. Pero si yo no hice ninguna pregunta. Así, así son las respuestas que se reciben cuando se comienza un experimento onírico sin objetivos claros ni preguntas definidas. Se sueña cualquier cosa, se va a cualquier lugar y, si se tuvo la dicha de alcanzar la lucidez, se siente que se desperdició el sueño lúcido, junto a todos los esfuerzos que se hicieron para lograrlo. Los principiantes poco constantes se quejan, lloran amargamente porque ya llevan tres, días, imagínense, tres días enteros intentando tener un sueño lúcido y nada, no logran nada. Se frustran. Ya me gustaría a mí verlos cuando logren tener un sueño lúcido, se les salga de las manos y peor, no tengan un objetivo para aprovecharlo, eso, eso sí que da rabia. Por eso repito que la disciplina es importantísima. Para avanzar en aguas tan difusas como lo son las del mundo onírico no hay nada como ir en busca de un faro, de un puerto. Las características del objetivo girarán en torno a los intereses de cada grupo y de cada soñador. Es posible crear misiones conjuntas en las que cada quien hace las veces de pieza indispensable en la construcción de un rompecabezas, pero más allá de la misión que se describa, lo que cuenta es saber a qué se va, no ir sólo a ver qué pasa. Cuando se va con la segunda actitud es posible que no haya ninguna conexión entre soñadores, que se termine creyendo que esta chalada de los sueños lúcidos no es más que otro invento de la new age para vender libros y cursos. Entretanto los demás, los que sí sabemos a qué vamos, y tenemos una idea de a dónde queremos ir, vemos cómo aumenta nuestra consciencia.

Ser onironauta no es una moda. Aunque nos sabemos pocos, nos gusta. No hacemos esto porque sea una tendencia ni porque un actor de cine confesó que tiene un maestro que le enseña a ensayar sus parlamentos mientras duerme. Exploramos el mundo de los sueños para crecer y vivir mejor, no para que los demás nos vean como si fuésemos sabios o seres inmunes a los problemas. Visitamos los campos oníricos para aprender y asombrarnos, para comprobar todos los días y las noches que la realidad de la vida despierta no es la única que existe. Sabemos que el modo en que recorremos esa otra realidad es sumamente impopular, impopular porque demanda esfuerzo y disciplina, pero también sabemos que entre más sueños recordamos, entre más sueños registramos, más horas de vuelo onírico juntamos y así avanzamos, aunque muchas veces no tengamos muy claro hacia dónde ni cómo. No tenemos gurús intocables ni dogmas inviolables. Somos un puñado de curiosos más que otra cosa. Unos curiosos que la pasan bien.