Las noches de confusión mental parecen ser las menos propicias para recibir mensajes de otros planos, pero es precisamente en esos momentos cuando sueles descubrir claves que necesitas para seguir tu camino.
De las circunstancias en las que recibí un sello personal recuerdo poco. Sé que estaba triste porque un novio me había hecho el favor de dejarme, aunque en ese momento no era capaz de verlo así. El único detalle claro que me queda del sueño de esa noche es una figura de trazos claros pero inconexos. Sin contexto y sin pistas no me quedó más remedio que esperar para conocer, aunque fuera parcialmente, su significado.
Creo que en noches posteriores (de ellas no guardo un recuerdo tan claro) vi otros trazos, de nuevo construidos con geometrías simples pero no del todo conectados entre sí. Otra vez pasó lo de antes: la información llegó cuando no la esperaba, por lo que me ocupé con asuntos urgentes y sólo retomé el tema después de varios años.
Te lo dicen, te lo repiten, te cansas de oírlo pero ni así haces caso. Que lo que buscas está adentro tuyo, que las respuestas que necesitas sólo las tienes tú, y así miles de frases que encierran el mismo significado, pero tú, que sigues buscando respuestas fáciles y rápidas, miras hacia otro lado, para ver si en esa dirección encuentras a alguien que te ahorre el trabajo, pero resulta que en el camino espiritual las cosas no son así. En éste plano nadie se esforzará por ti y yo no soy la excepción.
Sin constancia, aunque con algo de persistencia, logré llevar mi trasero al tapete de meditación y le di unos minutos a la primera figura. Ella, que como un libro me esperaba pacientemente para revelarme sus secretos, me hizo saber que tenía como función proteger y potenciar. ¿Y qué más? Pues nada más porque no he vuelto a dedicarle la atención que debería. En el camino se me atravesaron muchas cosas más, entre ellas la autobiografía de Jung.
II – Recuerdos, sueños, pensamientos
La palabra “sueños” en el título del libro me resultó irresistible, sin embargo no tenía ni idea de en qué berenjenal me estaba metiendo. Después de dos intentos y de circunstancias afortunadas, hallé el ritmo y la disposición necesarios para leerla por completo.
Además de sentirme identificada con los juegos infantiles que el psiquiatra suizo improvisaba siendo niño y después adulto, sentí cosquillas en mi curiosidad cuando menciona que durante varios años se dedicó a rastrear y acumular tratados de alquimia hasta que se sintió listo para estudiar tal tema. A pesar de que él abordó la materia en sus cincuentas y de que yo todavía no llego a los cuarenta, me antojé de saber más.
Sabía que lo que me proponía no era fácil, más después de haber leído ese libro de Jung, por eso reculé y pensé que tal vez sería mejor estudiar antes geometría sagrada. Sentía que una u otra disciplina me ayudarían a terminar de averiguar el significado personal de esos sellos que me fueron mostrados sin que los hubiese pedido. Y estaba en medio de esa disyuntiva cuando apareció un sueño lúcido espontáneo.
En él visité un lugar que podría ser descrito como un laboratorio o como un centro de estética. Sea lo que fuere una de las cosas que más me maravilló fue ver botellas de vidrio llenas de líquidos, líquidos de colores que difícilmente podría ver en la vida despierta. Influida por ese detalle volví a pensar en la alquimia hasta llevarla, otra vez, a mis sueños.
En uno de ellos, no lúcido, tomé clases que eran explicadas de forma teórico – práctica. El tema claramente era la transmutación de elementos con la ayuda del fuego y de un polvo metálico. Meses después de registrarlo en uno de mis cuadernos volví a él para descubrir que los esquemas que había dibujado para ilustrarlo, aquellos que había visto plasmados en un tablero, correspondían de forma directa con los elementos mencionados en la lección. Sin embargo antes de este descubrimiento ocurrieron algunas cosas más.
III – Un refugio hecho de sal
Animada por el intercambio de correos largos con una amiga española, también soñadora y lectora de tarot, comencé a perfilar un experimento onírico que tenía dos objetivos: tener un sueño compartido y generar sueños lúcidos en todos los participantes. Armé el grupo con suscriptores del primer blog onírico que abrí, conocidos de otras épocas y de otros proyectos, luego escogí una imagen para concentrar nuestra atención. Inicialmente había pensado en usar un mandala como símbolo de unión y de encuentro. La idea era imaginarlo en tres dimensiones para recorrerlo en sueños junto a otros soñadores, sin embargo me di cuenta de que si la mayoría apenas recuerda sus viajes nocturnos difícilmente sería capaz de, a la casi primera, entrar en un escenario tan complejo, lo que me hizo volver la mirada a los símbolos de la alquimia.
Los símbolos alquímicos están dibujados, en su mayoría, con pocos trazos, además al tener una historia de varios siglos están cargados con energía arquetípica que puede aprovecharse. Tomada la decisión de que la alquimia sería el camino elegí uno de sus símbolos: la sal marina.
Con los ejercicios que propuse y el intercambio de correos con los demás soñadores germinó otra amistad con otra española. Chateando nos dimos cuenta de que el símbolo alquímico de la sal marina era más poderoso de lo que imaginábamos. Al jugar a verlo desde distintos ángulos descubrimos que tenía volumen, por lo que podíamos entrar y salir de él. Los días pasaron y yo me acostumbré a refugiarme dentro de él cada noche. Era una protección nueva, pues desde hace años hago ejercicios para dormir y viajar de un modo tranquilo y seguro durante la noche.
Al margen de los resultados de este experimento, que ya conté en otro artículo, empecé a leer, también atropelladamente, El mundo bajo los párpados de Jacobo Siruela. Página a página me fui acercando a otro descubrimiento que no sospechaba.
Símbolo alquímico de la sal marina. |
IV – La sal visita el sueño
Cuando trabajo con símbolos me gusta dibujarlos a mano. No me conformo con buscar una imagen en internet, imprimirla y colorearla. Necesito algo más y eso fue lo que hice con el símbolo de la sal marina.
Después de usar una ayuda externa para trazar la circunferencia principal, eché mano de marcadores, permanentes y metalizados, para hacer mi propia versión.
En la época del experimento de los sueños lúcidos, cuando lo observé con más intensidad, imaginaba varias veces que era una nave que me ayudaba a cruzar el mar. Dentro de ella no había nadie más pero de todos modos me sentía segura. Miraba el océano por las ventanas mientras flotaba sin rumbo y sin temor. Sin temor, salvo una vez, la primera vez.
Una mañana el ruido eterno de los vecinos me despertó y temí no ser capaz de conectar con el símbolo, el objetivo grupal propuesto para ese día. Un poco molesta, hice mi mejor esfuerzo para volver a dormir y recordar algún sueño largo. Lo conseguí. Aunque las acciones incluían una persecución y una rebelión, al final había un intercambio de regalos de reconciliación, entre ellos jabones hechos de sal marina. No lo podía creer.
Ya despierta, estaba muy emocionada al comprobar que había sido capaz de llevar el elemento elegido a mi mundo onírico, pero eso no fue todo. Después de analizar el escenario donde se había desarrollado la mayor parte del sueño me di cuenta de que el símbolo no sólo tenía volumen sino que estaba dividido en tres niveles, un detalle importante que se conectaría con una ilustración que me esperaba en el libro de Jacobo Siruela.
V – Thólos
La primera noticia que tuve acerca de los asclepeions o templos del sueño fue gracias al programa Milenio 3. En él Íker Jiménez mencionó el libro En los lugares oscuros del saber de Peter Kingsley. Eso fue en 2012, cuando ya tenía la cabeza bastante rayadita con el tema de los sueños. Para completar tenía por delante un tiempo libre entre contratos que decidí aprovechar leyéndolo. Lo devoré pero al final supe que tendría que leerlo de nuevo, algo que hice el año pasado, cuando por fin materialicé la idea de reunirme a tertuliar con mentes hambrientas e interesantes.
Entre las discusiones que tengo con E. y D. y la lectura de El mundo bajo los párpados los puntos se conectaron. Siruela no sólo describe, basado en fuentes clásicas, los detalles de los templos dedicados a Apolo y Asclepio, sino que incluye ilustraciones de cómo era el Thólos, recinto dedicado a la incubación ritual de sueños. Al principio lo vi y no me dijo nada, luego lo repasé y algo comenzó a resonar. Le eché otro vistazo y comencé a entender. Eso quiero creer.
El Thólos es una estructura circular con tres niveles, pues representa los tres planos de la existencia: el superior al celeste, el del medio al terrenal y el inferior al subterráneo. Tres niveles, como los tres niveles del símbolo de la sal alquímica.
Cada vez creo menos en las coincidencias, en parte porque cada vez que tengo ocasión las busco activamente, por eso me di cuenta de que esos trazos económicos no eran más que una versión más simplificada del templo incubatorio.
Las visitas que hicimos, despiertos y dormidos, a esa estructura prepararon a los más disciplinados del grupo para el siguiente paso. El símbolo alquímico de la sal marina revivió y nos transportó, como la nave que es, a la mente inconsciente colectiva, esa que muchas veces se representa con la imagen viva del océano.
Ahora siento que espiritualmente aprendimos a transmutar lo que nos impedía transitar con más fluidez por el mundo onírico. Sé que en la medida en que observo más este símbolo, que creí elegir sólo por conveniencia, reúno energía para ir más allá, para llegar a ese lugar al que al mostrar mis sellos personales recibiré la información que me corresponde, pero eso sólo será cuando me haya ganado ese privilegio, cuando haya meditado lo suficiente.